jueves, 14 de octubre de 2010

¡Encuentra el error!

Siguiendo la lógica del artículo publicado ayer por Leo, los reto a encontrar el error en el siguiente mapamundi:



¿Lo encontraron? ¿No? ¡Lo que pasa es que no hay ningún error! ¡No está al revés porque el norte es un punto sin referencia de este tipo (arriba/abajo)!

¿Quién dijo que Norteamérica iba arriba de Latinoamérica o que Europa a la derecha? Son puras convenciones humanas donde una ubicación espacial se relaciona inconscientemente con cargas culturales preestablecidas; por ejemplo, ¿quién está arriba, a la derecha del Padre? ¡Europa! Esto es pura Geopolítica.

Se los dejo para que lo piensen, tal vez de ahora en adelante aparezcan mapas "al revés" en las nuevas geografías.

miércoles, 13 de octubre de 2010

La traba psicológica de nuestras miserias

Me llama la atención unas presentaciones del cd de matemáticas en las que se ejemplificaban las operaciones de conjuntos con los mapas de algunos países. En especial, me llama la atención aquella que hacía alusión, creo yo, al conjunto universal, en la que se hacía una clara distinción entre países del primer mundo (España encabezaba la lista, Canadá y Japón) y aquellos elementos que pertenecían a los países de tercer mundo, valga decir, pobres, subdesarrollados, atrasados, miserables, misérrimos y cualquier denominativo paupérrimo que se nos pueda ocurrir (creo que a este grupo pertenecía Ecuador, Guatemala y no recuerdo que otro paisito “pishmico” de América Latina). Desde ese día, en la cabeza me quedaron dando vueltas y traté de revisar estos conceptos de primer y tercer mundo, que obedientemente aprendí desde que llevé mis cursos de antropología; y que, luego, obedientemente enseñé cuando fui maestro de estudios sociales.

Lo que me llama la atención es la manera tan natural como aceptamos algunas ideas y el prejuicio que nos pueden causar otras. A ver si me explico: hace algunos días se hizo un señalamiento sobre el uso de la palabra “invasión” para referirse a la conquista española en América. Realmente, no se me ocurre con qué otra palabra se le puede calificar a este hecho. Si como dicen por ahí, al pan, pan; y al vino, vino, lo que hizo España en América a finales del siglo XV y principios del XVI fue una invasión; o si se quiere, una conquista; o para usar otro sinónimo, una dominación. Además, de estas tres palabras, no se me ocurre otra que pueda usar para convertir este hecho histórico en un eufemismo. Quizá alguien me diría que emplee la palabra colonización o la expresión gastada de “intercambio cultural”. En ese caso, en la historia de Europa jamás deberíamos hablar de la invasión de los bárbaros, por ejemplo, sino del intercambio cultural entre bárbaros y romanos. El mismo prejuicio nos debería causar hablar de la conquista de Persia por parte de Roma. Simplemente, esto lo aceptamos de manera natural porque está alejado en el espacio y en el tiempo. En el caso que cito acá, la invasión española (y a mi forma de pensar esa palabra es muy acertada) está alejada en el tiempo, pero es algo que atañe directamente a la construcción de nuestra historia y que todavía despierta pasiones tanto en ambos lados del Atlántico.

Ahora bien, regresando a lo de la clasificación de países de primer y tercer mundo, me parece que es una construcción intelectual absurda, producto de la visión europeizante de nuestra cultura occidental que trata de dejar bien claro y establecido, por medios indirectos y sugeridos, que los arios son una especie de raza superior. Ellos, junto con los gringos, los japoneses y un selecto grupo de países que ostentan poder económico son los más interesados en imponer esta configuración, que nosotros aceptamos con la mayor naturalidad del mundo, siguiéndoles el juego y consolidando su poder.

¿Cuál es el parámetro para separar un país de primer mundo de uno que no lo es? ¿El poder económico?, ¿La calidad de vida? Aceptar esto es como dejar que nos sigan vendiendo espejos de hojalata. Si hago esta analogía de los pueblos con las personas, podríamos decir que los ricos son personas desarrolladas; los que viven en asentamientos, subdesarrollados; y nosotros, de clase media, personas en vías de desarrollo. ¡Absurdo! Esto es una visión simplísima de la realidad, tradicional de las “novelitas” donde hay personajes buenos y malos, blancos y negros.

Desde mi punto de vista, esta clasificación es una trampa psicológica en la que caemos y a la que nos acomodamos. Claro, entiendo que la realidad de nuestras naciones es más compleja. Entiendo que durante gran parte de nuestra historia vivimos como peones que ejecutábamos las órdenes de un capataz, ya sea este una potencia extranjera, un terrateniente liberal, un criollo, un conquistador (y de esto no se libra ningún país de América Latina). Pero lo que no entiendo es cómo no estamos dispuestos a liberarnos de estos atavismos que nos condenan a ser un pueblo sumido en el subdesarrollo. Nos dedicamos a cuestionar en nuestros libros aquellas cosas que hacen tambalear las estructuras a la que nosotros mismos hemos cedido el poder; y otras ideas, que refuerzan sus valores, las pasamos por alto. ¿Será que esto lo hacemos por acomodación? Bueno, lo entiendo bien, por ejemplo, en la mentalidad de las ongs y de ciertos organismos estatales que terminan siendo los mendigos del país. Obviamente, ellos deben manejar “lo políticamente correcto” mientras estén chupando el tuétano de las contribuciones que reciben de la comunidad internacional, como Cooperación española, las embajadas, etcétera. De hecho, hasta entre mis colegas artistas me causa cierta repulsión el hecho de que todos sus proyectos giren en torno al patrocinio que le puedan dar estas santas instituciones paternalistas, que se dignan a tirar unas cuantas monedas a los pordioseros que se encuentran en los atrios de las iglesias (eso somos nosotros).

Entiendo que acá no se es pobre porque se quiere, sino porque hay circunstancias históricas que han propiciado una coyuntura. Sin embargo, mientras sigamos aceptando que somos los feos, los malos, los “chucos”, los pobres, los ignorantes, los subdesarrollados, los incompletos y los inacabados, no hacemos nada por cambiar esa coyuntura.

Hace algunos días discutíamos con alguien que el término raza es un concepto superado. Bueno, en particular me interesó este tema. Yo no lo sabía, aunque fenotípicamente para mí la diferencia entre blancos, negros y amarillos sigue siendo muy clara. En algún momento pensé que esto era parte de ese discurso pseudomoralista que relaciona, de manera inconsciente, los colores de piel con la superioridad o la inferioridad racial. De hecho, estoy en proceso de revisar cuánto de cierto hay en esto de que la palabra raza no es una realidad objetiva o si, como otros conceptos, se ha visto salpicado de prejuicios. Creo que lo mismo deberíamos hacer con otras clasificaciones más sutiles que tratan de encajonarnos como seres inferiores, sin decirnos mestizos o indios.
Creer que aceptar que aceptar esta clasificación implica aceptar que los seres de primer mundo ya adoptaron una posición erguida, ya desarrollaron su pulgar y ya fueron capaces de ver hacia el cielo; mientras que los habitantes de países como Brasil y Chile, llamados economías emergentes, son aquellos que están a punto de perder la cola; y no se diga de países como los nuestros que todavía vivimos en los árboles, comiendo bananas y columpiándonos con nuestra cola. ¿Realmente nos sentimos así? Yo invitaría a que si vamos a ser críticos en nuestros materiales, no solo critiquemos aquellos aspectos que hacen tambalear los cimientos de la cultura europea sino también aquellos mensajes que pueden llegarla a reforzar. Mientras no hagamos esto, seguiremos aceptando, aunque sea escondidamente, la superioridad europea. Y de hecho, seguiremos siendo inferiores a los europeos, porque al final, las nociones de inferioridad y superioridad son psicológicas, más que materiales.

lunes, 11 de octubre de 2010

¡El libro ha muerto, viva el súper ebook!


Con esta paráfrasis de Nietzsche* se resume un tema actualmente popular: la profecía de la desaparición del libro impreso. Sin ir muy lejos, la semana pasada se publicaron varios artículos al respecto aprovechando la inauguración de la 62ª Feria del Libro en Frankfurt, Alemania.

En este mismo blog he expuesto ya mi incredulidad en el iPad como producto diferenciado de una eeePC excepto por el precio. ¡No es más que una netbook con pantalla táctil grande! En esta ocasión, me sumo a los que dudan que este dispositivo (o cualquier otro lector como el Kindle) desplacen a los libros impresos meramente por sus “mejoras” técnicas. Un argumento básico sería el precio de estos aparatos que está entre US$ 140 y US$ 750, ¿cuántos buenos libros de bolsillo se pueden comprar con esa cantidad? ¡Y sin preocuparse por romperlos, infectarlos, actualizarlos o recargarles las baterías! Otras ventajas del libro impreso son que se pueden leer de inmediato y reciclarse.

A criterio personal, no creo que la verdadera esencia del debate deba ser si los lectores electrónicos desplazarán al libro impreso sino reflexionar sobre otros aspectos como la calidad de los contenidos literarios e informativos que se distribuirán o la libertad editorial que estas nuevas tecnologías permiten al escritor. En otras palabras, el iPad y el Kindle (como cualquier otro aparato que permita navegar en intenet y leer documentos) ofrecen dos ventajas (liberarse del criterio comercial-editorial y facilitar la distribución masiva) y un peligro (perpetuar la literatura light y el amarillismo).
A nuestro medio no le son ajenos casos como el de Margarita Carrera, quien para publicar su primer libro tuvo que vender su carro (y para cuando me contó esta anécdota no había vendido el último ejemplar), o el de un amigo que fundó la hipotética editorial “¡Con mi pisto sí se pudo!” para publicar su poemario. Es un alivio que ya existan en el país ciber-editoriales como Libros Mínimos, donde se pueden descargar gratuitamente eBooks como la novela “A puerta cerrada” de nuestro conocido Luis Fernando Alejos.

Sin embargo, la reflexión debe hacerse sobre por qué los lectores no usan aún masivamente estos recursos que ya son viejos a nivel mundial (¡por lo menos tendrán una década de existir!). Usualmente se bajan obras difíciles de conseguir (yo bajé el Corán antes de que el 9/11 lo pusiera de moda, por ejemplo) o libros excesivamente caros (conseguí gratis, por ejemplo, “Vigilar y castigar” de Foucault cuando en Sophos vale Q. 210) pero no se suele descargar literatura que ha sido creada para estos fines específicos.

En mi experiencia personal, he leído dos libros en este formato y no me arrepiento de haberlo hecho: la citada novela de Alejos (que para su mayor curiosidad trata, entre otras cosas, de una relación sentimental entre dos trabajadores de una casa editorial guatemalteca) y “Un día después del Juicio Final” de Luis Aristizabal. De la primera prefiero no opinar pues ya platiqué, personalmente con Luis, del tema; pero de la segunda, puedo decir que es una novela interesante con escenas muy bien logradas aunque algunos detalles rompen (casi traumáticamente) la ficción literaria. Imagino que esta novela no pasó por ningún tamiz editorial y es una verdadera lástima porque no llegó a ser la excelente obra que se adivina al fondo.


¿Será esa falta de edición por lo que no “pegan” los libros gratuitos en Internet? ¡Tal vez, pero tampoco debe obviarse que seguramente la joya literaria del siglo XXI será publicada, primero, en estos medios on-line!

* ¡Dios ha muerto, viva el súper hombre!

martes, 5 de octubre de 2010

Linux para artistas

Muchas veces invertimos miles de quetzales en sistemas operativos y programas cuya funcionalidad, en lo personal, me parece muy cuestionable.

A mi juicio, la estafa del siglo XX fue Windows; programa que, a pesar de convertir a la persona que lo distribuyó en multimillonario ni siquiera se adapta a las normas del mercado competitivo. Además, ¿quién vende un producto que al poco tiempo hay que “parchar”? Peor aún, ¿por qué es tan caro un producto que simplemente me permite encender la computadora? ¡Es como comprar una lámpara y, por separado, el switch para encenderla! (Ojo, la bombilla, Office, se vende por separado)

Hagamos números: hoy, para usar una computadora promedio se necesitan tres programas básicos:

Windows 7 Professional Q. 1,650.00
Office 2010 Q. 1,950.00
Antivirus Kaspersky 2010 Q. 200.00
Total Q. 3,800.00

Si además de hacer cosas simples como escribir, navegar o llevar las cuentas de la casa también necesitamos editar imágenes, video o sonido, estamos fregados porque programas como Photoshop, Sonar o Cubase fácilmente pueden llegar a costar entre cinco y seis mil quetzales.

Por suerte, ya existen dos distribuciones Linux especializadas para diseñadores gráficos, músicos y directores de cine o televisión; son Ubuntu Studio y Musix. ¡Estoy tan convencido de la calidad de estos sistemas operativos que además de usar Linux Mint en mi netbook personal, estoy transfiriendo de todo mi estudio de grabación de Windows a Musix!

Tanto Ubuntu Studio como Musix permiten editar gráficas, grabar y editar videos así como producir, mezclar y masterizar audio a través de programas totalmente gratuitos y de tan buena calidad como aquellos por los que usualmente se pagan miles de quetzales. ¿Por qué son gratis? Porque simplemente hay gente que cree en el libre intercambio y manejo de información; por supuesto que no es tan simple, hay toda una teoría del regalo al respecto, para ello recomiendo leer un artículo que publiqué hace algunos años en la Revista Kab´raqän.

Hay varias ventajas pragmáticas más para usar Linux; por ejemplo, no existen virus para este sistema operativo, es mucho más estable que Windows (raramente se queda trabada la computadora), hay miles de programas gratuitos que se pueden descargar y… ¡lo pueden probar sin instalarlo en su computadora!

Desde hace pocos años se crearon los Live-CD y las Live-Pendrive. En otras palabras, se puede arrancar la computadora desde el puerto USB o desde el CD-ROM sin afectar el Windows y los archivos que tienen en el disco duro. Al apagarse la computadora, volverá a arrancar con su sistema operativo de siempre. Actualmente Ubuntu Studio no tiene esta opción*, pero Musix sí. ¡Los invito a probarlas!

*Nota: el sistema operativo Ubuntu (para laptops y desktop) sí tiene la opción de arranque Live.