miércoles, 7 de abril de 2010

Sencillo, vuelto, cambio,

Ir al supermercado solía ser algo divertido... cuando era niño. De adulto, se ha convertido en una de las experiencias más alienantes y soporíferas de mi rutina. Por suerte existen películas como Cashback, en la cual vemos a un chavo insomne, con el corazón roto y la voluntad de acero, pues decide solicitar empleo en el turno vespertino de una tienda de abarrotes. Los resultados son tan geniales que, por un dorado momento, olvido la terrible experiencia de estar allí adentro a cualquier hora, rodeado de figuras repetidas, góndolas malignas y máquinas para leer códigos de barra.


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