viernes, 25 de junio de 2010

De Parménides a Borges


Por Javier Martínez

He de admitir que durante mi primera adolescencia (voy como por la sexta, y cada vez más huraño) estaba deslumbrado por el boom latinoamericano, especialmente por Julio Cortázar, quien ya es un lugar común en todo lector de mi generación. Conforme fui leyendo, me empalagué de este tipo de literatura hasta que vomité con Isabel Allende. Por el contrario, debo admitir con toda vergüenza que fue hasta mi primer año de Letras que me interesé por los griegos presocráticos, quienes en vez de empalagarme me siguen atrayendo. De hecho, hoy leía un poema ontológico de Parménides titulado Lo pat-ente según el Ente y resulta que, según este señor, “…del Ente es ser; del Ente no es no ser”. En otras palabras del mismo autor:



“Nunca jamás en esto domarás al no-ente: a ser


Fuerza más bien al pensamiento


A que por tal camino no investigue”


Con esta cita, la relación entre Parménides y Ludwig Wittgenstein se hace evidente: el primero se adelantó más de dos mil años a la famosa frase del vienés, “de lo que no se puede hablar, es mejor callar”. Me sorprendió la relación, no por la similitud del mensaje sino porque me asombra cómo redescubrimos, una y otra vez, el agua azucarada.

En otro apartado de su poema, Parménides se adelanta también unos cuanto milenios al Racionalismo cuando afirma que “…es una misma cosa el Pensar con el Ser”, por lo que el pobre Descartes con su “…pienso, por lo tanto existo” queda como un simplón, sin mencionar que ya también el árabe Avicena había hecho reflexiones similares durante la Edad Media.



Hablar de Avicena siempre me lleva a pensar en Borges; para mí es como uno de esos ejercicios de asociación donde los psicólogos le muestran a uno una hoja llena de manchas fálicas. La asociación Avicena-Borges me llevó a reflexionar que con un solo cuento, “Las ruinas circulares”, el argentino echa por tierra 27 siglos años de filosofía. En esa obra, Borges demuestra cómo en vez de “pienso, luego existo” la cuestión es: sueñas, ¿existo?

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