miércoles, 2 de junio de 2010

Miscelánea para volver

Por Eduardo Villalobos


No había leído el blog, y ahora encuentro una atmósfera, digamos, distinta. El blog es un espejo, pienso. El blog, como nosotros, cambia de humor o se entristece o se aburre o se pone más o menos teórico o de repente lanza una broma infantil, casi una mueca, casi un berrinche. También, como los niños, se prepara para la fiesta y para el desorden.

¡Ve qué bonito!, diría Paula.

Lo cierto es que encuentro discusiones bastante estimulantes.

Luis Guillermo, en un registro que recuerda mucho a Hegel, nos pregunta una pregunta que lleva siglos preguntándose: ¿qué es el arte?, ¿qué se puede considerar como tal?, ¿existirá realmente?

Yo digo que sí, a pesar de Hegel.



Merda d'artista, 1961. Piero Manzoni


Y digo más: el arte es un lenguaje depurado (sea este visual, sonoro, escrito, cibernético…) que nos devela nuestra propia condición.

Y agregaría:

Pero no es solo lenguaje, es también una estructura.

Incluso los ready-mades de Duchamp poseen una estructura (voltear el mingitorio implica ya una estructura, es una composición). Y también las instalaciones y los happenings, cuando son buenos.

Su función no es moralizante ni teórica sino fundamentalmente emotiva. De allí el fracaso de la fábula, y también el error teórico de Hegel.

En esa grieta también entreveo el derrumbamiento del arte posmoderno (perdón por la falta de fe).

Y a cada cual le gusta lo que quiera. A Virginia Woolf, por ejemplo, le pareció que el Ulises de Joyce era una obra aberrante. A Lope de Vega nunca le gustó Cervantes. Y viceversa.

Lo que existe es una convención, que ni siquiera es estática, cambia según la sensibilidad del tiempo histórico y de la sociedad, y es también susceptible a las modas.

Por eso de las modas, es probable y hasta esperable que a algún entendido se le ocurra incluir a Paulo Coelho en el canon (ya algunos de nuestros profesores de literatura comienzan a pedirlo para los libros de Comunicación y Literatura).

Hay quienes ven arte en las heces enlatadas de un artista.

Lo importante acá, pienso, es sentir, como en el amor.

No existe aún, pero avizoro un videojuego cuya historia sea tan intensa, cuyo universo sea tan redondo, cuya propuesta visual tan explosiva, que podamos inscribirlo en el corpus de las obras de arte. Antes de que Giovanni nos dé una lista exhaustiva, convengamos en que, por lo menos yo, esperaría una aguda y ácida indagación en la condición humana para el producto que anhelo y espero.

Yo creo que el blog goza de buena salud. Lo que pasa es que nosotros mismos no somos demasiado participativos. Somos, más bien, un poco tímidos, reservados… Vamos, hombre, digámoslo con todas sus letras: no somos dados a la pachanga, al chonguengue, al pipiripau, al bacanal de los gestos magnánimos, al exceso de las noches turbias...

Ah, y los concursos literarios, y la fama literaria, no son más que accidentes del encanto personal y el arribismo social. Por lo menos en la mayoría de los casos…

Selfmarketing creo que le dicen…



La Piojera, Santiago de Chile


En Guatemala no ocurre eso, simplemente porque ni hay espacios ni hay fama ni hay mundo y, perdón si ofendo, casi no hay escritores cuyo trabajo haya alcanzado la depuración formal, la voz propia, la exploración intensa en la vida y el lenguaje como para querer reclamar eso.

Frase de cierre, oída en un bar de Santiago, bullente y rotundo, que se llama La Piojera:

Así es la güevonada, güevón.

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