viernes, 21 de mayo de 2010

De mayúsculas diacríticas y otros demonios


Por Javier Martínez

El otro día un autor me planteó una duda interesante. En un texto él escribió “Constituciones políticas” (así, en plural) con mayúscula a la mitad de una oración. Yo entiendo que Constitución lleva mayúscula por ser el nombre propio del documento o, que es lo mismo, por ser el título de dicha publicación. Sin embargo, al variar el término al plural deja de ser el nombre propio de una ley y, al mismo tiempo, tampoco permite aplicársele el caso de la mayúscula diacrítica que distingue entre “la Constitución” y cualquier otra constitución en cuanto a que se refiere a un conjunto de constituciones donde cada una tendrá su respectivo nombre propio.



Tal caso me llevó a plantearme: la mayúscula diacrítica nos permite diferenciar entre el sustantivo común cuando se presenta en baja y el propio cuando está en alta; esto significa que “En el aula se eligió un presidente” la palabra “presidente” tiene una función distinta a “El distinguido Presidente entró en el salón”. Y he aquí la duda existencial: ¿y si son dos presidentes? ¿Debería decir: “Los distinguidos Presidentes entraron al salón” en el sentido que hago referencia a las personas, con nombre propio, y no al sustantivo común? Sorpresa: la RAE dice que sí, que estos casos llevan mayúsculas. Encontré, gracias a la sugerencia del mismo autor nicaragüense que planteó la interrogante, que en el Diccionario Panhispánico se ofrece el siguiente ejemplo: “Europa es importante para los Gobiernos, pero sobre todo para los ciudadanos”.
Presenté la duda a Luis Guillermo, quien correctamente me sugirió guiarme por un criterio pragmático (en cuanto la disciplina lingüística, Pragmática). Si no entendí mal, su opinión era que la mayúscula diacrítica permite distinguir entre dos acepciones de un mismo vocablo y que, a menos que en el contexto exista la posibilidad de confundir al lector, da lo mismo usar la mayúscula o la minúscula; esto sumado al “uso excesivo de la mayúscula” me lleva a elegir la minúscula.

En este sentido, comprendo y creo que su opinión es totalmente coherente con la Lingüística Moderna de Saussure donde lo que importa es lograr la comunicación en sí. Pero ahora me pregunto, ¿es este el sentido real de la función diacrítica en la semántica? Pensemos en el caso de los pronombres. Planteo: si la tilde diacrítica me permite distinguir entre “el” (artículo) y “él” (pronombre) pero uso dependiera del contexto, entonces puedo escribir: “Cuando el venga podremos irnos” en cuanto que ese pronombre “el” no podrá confundirse con un artículo en el contexto de la oración planteada. Pareciera que esta lógica, aunque engañosa, se corrobora con el caso de “solo” y “sólo” que entre nosotros se utiliza indistintamente sin tilde precisamente por el mismo criterio diacrítico-contextual.

2 comentarios:

  1. Esta discusión me interesa. Ambigüedad existe en muchos criterios académicos. Precisamente sobre la tilde diacrítica, el criterio es fonético, no semántico ni sintáctico. Las formas sin tilde son átonas cuando se encuentran en una oración. Y sin embargo, también aquí hay ambigüedad, pues la nota "si" del pentagrama no se tilda. Es decir, que los criterios a veces no son aplicables a todos los casos.

    Por eso creo que no siempre lo que plantea la tradición tiene sentido. Ni siempre la RAE tiene la razón.

    En el caso de la mayúscula diacrítica, lo que a veces sucede es que según algunos muchas palabras la exigen, pues no estamos hablando de cualquier carro es "mi" carro y en ese caso hay que diferenciarlo del resto. Y en esa línea, olvidamos que el lenguaje SIEMPRE se usa en un contexto y es éste quien determina su sentido. La pragmática ha profundizado extensamente este asunto.

    Bueno, esto es para discutirlo y seguir opinando.

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  2. Hace poco conversaba con Javier sobre la palabra "litósfera", la cual no es tildada por la RAE. Siendo esdrújula, la norma especifica que se tilde, ¿no? Y regresamos al criterio fonético otra vez. Los hoyos en el colador son extensos.

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