viernes, 26 de marzo de 2010

Comenzó la fiesta

Por Eduardo Villalobos


Hoy temprano, más preocupado por la hora que por cualquier otra circunstancia (las cosas en las que caemos... el horario, las cuentas, la estabilidad...), me topé con un atasco. Lo más natural en estos casos es pensar en la mamá del vecino, encontrar un culpable imaginario y torturarlo de la misma manera: imaginariamente. Mientras latigueaba y ponía hincado sobre maíz a separar frijoles rojos y blancos al imaginario culpable, vi a los muchachos. Ahí estaban, tal como los recuerdo: poniéndose las capuchas, con los ojos vidriosos y la cabeza atravesada por la resaca, cansados, pero dispuestos a vivir una tradición centenaria.





Le guste a quien le guste (los medios de comunicación se han encargado de lanzar diatribas contra esta tradición, de la misma manera que lo hacen contra los gobiernos de izquierda o los musulmanes), y para quien no lo sepa, la Huelga de Dolores ha sido declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Nación, nombre pomposo que solamente legitima como manifestación válida de la guatemalidad este que ha sido un espacio para la ironía y la resistencia al poder y que llega hoy a 112 años de existencia.




En medio de dictaduras, en medio de la guerra, la Huelga subsistió. No es solamente una bola de borrachos encapuchados que pone pintas en monumentos históricos como nos dicen los periódicos, que también lo es, sino algo más: es nuestro sentido del doble sentido, manifestado en teatro, en canciones, en boletines y periódicos, en décimas, en las deleitables y violentas elecciones de reyes feos. Es nuestro ingenio para crear altares públicos, parodias de la realidad: las carrozas, que surgen de lo que hacemos en otros ámbitos: procesiones, altares de velación, nacimientos. Es nuestro espejo, y como tal, en algunos momentos también ha heredado muchas de nuestras lacras, como la misoginia y la corrupción.

Con la Huelga, se abre el ciclo más importante de la cultura guatemalteca, nuestra gran fiesta: la semana santa. No en vano la elección de la fecha para celebrarla. No en vano el Honorable Comité de Huelga se erige también como la Cofradía de la Santa Chabela. No en vano sus capuchas provienen de los capirotes de los cucuruchos guatemaltecos del siglo XIX. No en vano es emblemática de la Huelga la Procesión del Santo Entierro del Pueblo a cargo de la Facultad de Arquitectura. No en vano, cuando la huelga cesa, y los últimos huelgueros languidecen con el atardecer en las cantinas del centro, se oyen las notas de la primera procesión.

Mañana y el domingo hay procesiones grandes, multitudinarias, en el centro. Y empezará la fiesta de sabores, la explosión de colores y sonidos, la convivencia entre clases sociales (casi la única posible en una tierra racista y clasista). Y puede o no gustarnos, puede parecernos incluso retorcida desde puntos de vista moralistas o sesudos, pero es nuestra fiesta, nuestra gran fiesta. Igual podría decirse del Carnaval de Rio o del futbol. Lo mismo podríamos afirmar de los baby showers y las despedidas de soltera.

Por el momento, les cuento que la actividad que inaugura todo esto; es decir, el desfile bufo, ya salió este año, me consta. Yo lo vi, de lejos por lo menos. Ya están por allá los muchachos, echando punta... Para quien quiera echarle un vistazo al No nos tientes, está sobre mi escritorio.

En medio de la rutina y el hastío, los vientos de la fiesta se asoman por el aire. Y me calmo. Y estoy feliz.

1 comentario:

  1. Nunca entendido a la huelga, pero seguro tendrán su lugar dentro de nuestro imaginario cultural, más allá de patrimonios intangibles y otras rarezas.

    ResponderEliminar

Cuéntanos algo bueno...