Por Eduardo Villalobos
Podemos tener quinientos amigos en Facebook y ser unos solitarios. Podemos creer que vivimos en un país hermoso, maravilloso, en medio de la miseria, de la desigualdad, de la violencia. Podemos creernos imprescindibles, importantes, invencibles y tener miedo del mañana o de la compañía. Podemos creer que la Gallo es la mejor cerveza del mundo por la calidad de resaca que produce. Podemos reconfirmar que el de Atitlán es el lago más bello del mundo y que la cianobacteria no hace sino embellecerlo más. Podemos tapar el sol con un dedo. Podemos tachar de pesimista, de loco, de antiguatemalteco al autor de esta nota: www.elperiodico.com.gt/es/20100109/lacolumna/131669
¿Seremos en realidad una nación feliz?
Aunque la primera oración de De La Horra no tiene sustancia alguna (la verdad, no la tiene), comparto lo irrelevante de esa encuesta (habría que evaluar también la muestra que utilizaron: los chatos de los anuncios de Ron Botrán Añejo se ven muy contentos, por ejemplo)... la felicidad no se mide en encuestas, menos si la mayoría de habitantes no podrían leer o comprender una encuesta como tal.
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